domingo, 13 de mayo de 2007

Asuntos sociales: Mayores de 30 y solteros por vocación


MADRID- La vieja etiqueta del solterón o solterona ha quedado obsoleta en nuestros tiempos. Ni ellos rechazan la responsabilidad y el compromiso, ni ellas se quedan para vestir santos. Simplemente optan por vivir solos y, aunque una parte de ellos no está satisfecha con su condición, la mayoría ha escogido la independencia por voluntad propia y como forma de vida. Una alternativa al modelo de familia tradicional que conforma un colectivo de más de 8 millones de españoles de entre 25 y 65 años que viven sin pareja convencional, bien porque son solteros, separados, divorciados o viudos, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). De entre los fenómenos sociales de erupción impetuosa en nuestra sociedad, lo que podríamos llamar «nueva soltería» está cobrando una sólida presencia. Tanto es así que hasta el lenguaje se ha transformado y se han adoptado términos como «singles», «impares» o «nones» para designar a este sector social que con el paso del tiempo va adquiriendo incluso prestigio. La mejor fórmula «Antes el matrimonio era indisoluble y se aceptaba socialmente como la mejor fórmula a pesar de que no hubiera una buena relación entre los cónyuges, porque así lo establecían la tradición y las fuerzas sociales», explica el doctor en sociología de familia y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid Gerardo Meil Landwerlin. Sin embargo, tal y como apunta el experto, con la incorporación del divorcio la legalidad ha traducido unos valores y la sociedad ha sufrido una «transformación» que permite al individuo elegir la opción vital que quiera sin imponérsela. «La imagen del soltero como fracasado o abandonado ya no existe en nuestra sociedad. Al disminuir el control social se ha generado una mayor libertad en la concepción de la vida», apunta. La independencia, el no tener que rendir cuentas a nadie y el poder disponer del tiempo libre a su antojo lleva a los impares españoles a viajar un 38 por ciento más que el resto de la población, a ser grandes consumidores de cultura -libros, cine, teatro, conciertos-, a navegar por internet mucho más que la media y a ser amantes de cualquier aparato nacido de las nuevas tecnologías. «Es lógico que salgan más, sobre todo los más jóvenes, que son personas inquietas y con ganas de disfrutar. El vivir solo no significa vivir en soledad, pero los “singles” tienen mayor necesidad de salir de casa, relacionarse, hacer actividades y organizar el tiempo con otras personas», señala el profesor Meil. La ausencia de cargas familiares hace que los impares españoles suelan tener un nivel económico medio-alto y que aquéllos entre 30 y 45 años dispongan además de unos ingresos mensuales un 40 por ciento superiores a los de la media de personas de su franja de edad y gasten alrededor de 500 euros mensuales con su tarjeta de crédito. Así lo ponen de manifiesto los datos del departamento de estudios del salón Single-Ind Life, un evento dedicado a la gente sin pareja que en su segunda edición, el año pasado, recibió a 20.200 visitantes en tan sólo dos días. El poder adquisitivo de los singles y su crecimiento continuo no ha pasado inadvertido para las empresas, que han visto en ellos una clientela muy rentable a la que hay que tratar con mimo. El marketing orientado a disfrutar de la libertad crece vertiginosamente en los campos más diversos. El sector del turismo ha desarrollado desde viajes a destinos exóticos para los impares hasta reuniones en parajes «con encanto», cenas y fiestas para conocer a gente. Abundan también las empresas que prestan servicios domésticos, cursos de formación en actividades artísticas, gastronómicas y de entretenimiento, a la vez que los hipermercados ofrecen comidas preparadas en envases individuales y todo tipo de productos en formatos pequeños adaptados a los hogares unipersonales. Asimismo, las industrias de ropa, de complementos, de perfumería, de cosmética y cuidado corporal, y también las culturales -de libros, de discos, de arte- apuntan cada vez más a los «singles» como destinatarios preferentes de sus campañas publicitarias. La soltería ha dejado de ser un estigma para convertirse, en muchas ocasiones, en un privilegio, como expone Conchín Para, directora del Club Impar, una empresa que organiza cenas literarias, visitas turísticas, fiestas, tertulias, viajes y un sinfín de actividades enfocadas a los impares: «Los solteros de hace 30 años estaban marginados y nada tienen que ver con los de hoy». Antes, según la experta, las mujeres no estaban incorporadas al mercado laboral y no podían vivir solas porque no tenían manera de subsistir sin la compañía de un hombre. Sólo las viudas estaban aceptadas socialmente, ya que habían completado el círculo familiar. En el caso de ellos, Para asegura que solían quedarse en casa de sus madres para que los atendieran y «se iban de farra de vez en cuando porque no se podían tener relaciones sexuales sin estar casado». «Hoy, ser soltero es sinónimo de libertad», especifica. Independencia económica Lo que define el perfil del «single» del siglo XXI para la experta es su independencia económica, que disfrutan de su libertad, que viven solos con alegría y que les gusta mucho la cultura, viajar, conocer otras civilizaciones y leer. Además, Para añade que son personas muy activas, atentas siempre a todo lo que ocurre a su alrededor y que les gusta mucho salir a divertirse . Pero, ¿es bueno que el hombre esté solo? El sociólogo Gerardo Meil Landwerlin asegura que la gente «aspira a vivir en pareja y le gustaría tener hijos», pero que ambas cosas están sujetas a múltiples condicionamientos. «Si una persona no encuentra la pareja apropiada y no se materializa tener hijos se acomoda a otra situación, que es igual de válida y en la que se tiene una vida plena, pues más vale estar solo que mal acompañado», puntualiza. El hecho de constituir un hogar unipersonal, expone Conchín Para, no significa que los impares no estén abiertos al amor. «Muchos de ellos, sobre todo los de 30 a 45 años, tienen el deseo de encontrar una pareja, pero se busca para compartir la vida y no para situarse». En la actualidad, seis de cada diez solteros confían en encontrar pareja y sólo el 14,5 por ciento no cambiarán sus planes y afirman que quieren seguir como «singles». Pero encontrar a alguien no significa matrimonio. Sólo un 7,4 por ciento de ellos tienen intención de casarse. Aunque se trata de un colectivo «muy flotante», señala Para, los impares van en aumento. «Como muestran las estadísticas, la mitad de las personas que se casan ahora tendrán una media de uno o dos divorcios en su vida. Pero no es un crecimiento alarmante, ya que se forman otros grupos de parejas o relaciones en los que los miembros viven en sus casas o ciudades por separado», afirma.


Tomado de: La razón .es

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