Los niños pequeños suelen pelear su derecho de ser reconocidos. Por ello, las constantes luchas de “rivalidad inocente” entre compañeros de clase o de patio, o en la piscina, se producen porque los niños quieren demostrar a sí mismos y a los demás sus capacidades (fuerza física, poder, control…).Las causas de las peleas son múltiples pero detrás de toda pelea se encuentra el hecho de que los niños pequeños no poseen madurez para entender que en la vida no se trata de competir ni de ver quién es mejor en algo, sino de hacer las cosas bien y vivir en armonía.
A partir de los 5 años, un niño ya puede aprender a ofender y a defenderse, bien con palabras (agresiones verbales como insultos) o bien con agresiones físicas (empujones, pegar, morder, etc).
En estas peleas nos podemos encontrar con dos perfiles distintos de niños: el niño “peleón “ y el niño que no sabe defenderse ante los demás. No podemos “pasar” de estos niños ni tampoco resolver sus problemas, pero podemos intervenir de manera adecuada para ayudarles a ambos de cara al futuro a resolver con éxito cualquier conflicto.
1. Qué se debe hacer con los niños peleones.
A partir de los 5 años, un niño ya puede aprender a ofender y a defenderse, bien con palabras (agresiones verbales como insultos) o bien con agresiones físicas (empujones, pegar, morder, etc).
En estas peleas nos podemos encontrar con dos perfiles distintos de niños: el niño “peleón “ y el niño que no sabe defenderse ante los demás. No podemos “pasar” de estos niños ni tampoco resolver sus problemas, pero podemos intervenir de manera adecuada para ayudarles a ambos de cara al futuro a resolver con éxito cualquier conflicto.
1. Qué se debe hacer con los niños peleones.
Todos los niños tienen rabia y pueden manifestarla puntualmente mediante un insulto o una pelea, pero un comportamiento persistente de este tipo en el tiempo, nos indica que algo va mal y habrá que prestar especial atención ya que esta tendencia de comportamiento agresivo puede continuar cuando sean mayores. La intervención temprana es la más efectiva. Las pautas a tener en cuenta son:
I. Si el niño pega a otro niño, de inmediato deben ser separados y la primera reacción es consolar al que ha sido golpeado e insultado e ignorar al otro y no comenzar con una “bronca” a éste.
II. No pegar o insultar al que ha cometido esta acción sino insistir en decir: “No se pega ni se insulta”.
III. Averiguar qué ha ocurrido y centrar la atención en que el niño que agrede se fije en los sentimientos del otro: “debías estar muy enfadado pero cuando pegas o insultas, duele al otro y se siente triste”.¿Cómo te sentirías tú si te lo hiciesen a ti?” El adulto (padre o maestro) debe poner palabra a estos sentimientos.
IV. Ayudarles a encontrar otra solución alternativa y a pensar en las consecuencias positivas ante un modo de resolución no agresivo.
V. Aplicar consecuencias negativas : tiempo fuera (retirada del juego, sentarse a pensar…) y obligarle a pedir perdón al otro.
VI. No descartar la ayuda de un profesional especializado, psicólogo infantil o psiquiatra, si un comportamiento agresivo es recurrente ya que puede ser indicativo de un problema más profundo.
VII. Proporcionar siempre los padres y educadores modelos no agresivos de resolución de conflictos.
2. Niños que no saben defenderse.
Hay niños que ante una agresión verbal o física lloran o se bloquean lo que puede dar lugar a que los compañeros mas “fuertes” tiendan a repetir con ellos este tipo de comportamiento y se conviertan en “carne de cañón”. Los padres en su desesperación y dolor, suelen aconsejar a estos niños que peguen o insulten y respondan de la misma manera, no ayudando a una adecuada solución (este tipo de niños nunca harán esto) y mucho menos, dando una lección de coherencia pedagógica, respeto y empatía a los demás.
No se trata de enseñar a estos niños una defensa física (pegar) , sino una estrategia diferente e incluso mucho más eficaz: la defensa verbal; defenderse con la fuerza de la palabra. En niños pequeños, podemos enseñarles una frase o muletilla para reaccionar ante un insulto y por supuesto, un fuerte grito sacando pecho ante una agresión física con un “No me pegues, no me toques”.
Este repertorio verbal implica un posterior ensayo y dramatización hasta que el niño se sienta seguro de sí mismo y adquiera confianza en sus nuevos recursos que acaba de descubrir. Se trata de que el niño saque su “genio” reprimido pero bien encauzado y orientado. Es el lema de “la mejor defensa es un buen ataque verbal”, es hacerse valer, reconocerse a uno mismo para ser reconocido por los demás.
Mónica Escalona
Directora Centro Zana. Centro Psicopedagógico de Atención Global
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