Hemos leido este interesante artículo en ABC.es y quiero compartirlo con ustedes, porque todos tarde o temprano podemos estar en ese caso:
La muerte es lo único en lo que todos los seres humanos somos iguales
y estamos todos de acuerdo que sucederá. Quizá por ello los hombres poseen un
sentido nato de hacerse preguntas sobre su propia existencia y este instinto no
surge de adulto. En la niñez comienzan las primeras preguntas, surgen los
primeros interrogantes y los padres no siempre sabemos qué contestar. ¿Por qué ya no puedo ver más al
abuelo?, ¿por qué no vamos al cielo a verlo?, ¿y si tiene hambre cómo va
a comer? ¿y si tiene frío? ¿tú también te vas a morir, mamá? ¿también me voy a
morir yo?, ¿se ha muerto porque no me quería comer la sopa?
Los niños se
hacen las mismas preguntas que los adultos pero adecuadas a su mundo. Son
preguntas que los niños, tarde o temprano hacen y los padres pueden sentir
angustia y dudas por no saber hacerlo correctamente. ¿Se les debe mentir?, ¿hay
que decirles la verdad o es mejor edulcorarla? ¿Con qué edad pueden comprender
el significado de la vida y la muerte?
Hemos querido preguntar a un experto en la materia y Cristina Acedo,
psicóloga infantil del gabinete www.enpositivo.es
nos ha explicado tan delicadas cuestiones:
«A partir de los 3- 4 años es cuando los niños comienzan a comprender
la muerte. En esta etapa la perciben como temporal o reversible, igual que lo
ven en los cuentos, historias o dibujos animados. Entre los 6-12 años empiezan a
desarrollar un entendimiento más realista, comenzando a comprenderla como
algo permanente, universal e inevitable. Hasta los 8 o 9 años no conciben que
les pueda pasar a ellos o a algún ser querido cercano, es decir, perciben la
muerte como algo ajeno. Es a los 11 años cuando se empieza a comprender la
muerte con un pensamiento más abstracto o filosófico.
Muchos padres se sienten, además de sucumbidos en su propio dolor,
desorientados sin saber explicar a los hijos que esa persona no volverá, ¿cómo
se debe hacer? «Los niños, igual que los adultos, necesitan y merecen una
explicación honesta pese al sufrimiento o la pena que este tema pueda
provocarnos o que pensamos pueden provocar a los niños. Los seres humanos
tenemos recursos suficientes para afrontar la muerte. La sinceridad ayuda a que los
niños puedan utilizar sus estrategias de afrontamiento. Si la explicación
no es real podrían sentirse culpables por «haber sido abandonados» y sufrir las
consecuencias emocionales derivadas de no elaborar el duelo. Los niños además
detectan la mentira desde muy temprana edad. Una buena idea es hablarles de la
muerte de los animales, ya que esto va permitiendo construir en su cabeza ese
proceso que también se dará en los seres humanos. Tratar la muerte como algo natural desde pequeño y no
como un tabú o una terrible desgracia, ayuda a concebir la muerte como el
final de un proceso natural que sin ella todo lo demás no tendría sentido.
Diferentes tipos de creencias
En las explicaciones de qué hay después de la muerte influyen muchos
las creencias que los padres
tengan o no tengan, ¿cómo se actúa?, ¿qué se les dice? Para la doctora
«es importante que el entorno más cercano del niño se ponga de acuerdo sobre las
creencias que se le quiere transmitir al niño. Puede ser útil decirles que
distintas personas tienen diferentes creencias acerca de la muerte, y que no
todos creen lo mismo que su entorno más directo. Por ejemplo, algunas personas
creen que hay vida después de la muerte, mientras que otras no lo creen así. Al
reconocer y respetar las creencias de otras personas, hacemos más fácil para los
niños elegir creencias distintas de las nuestras, pero que les brindan más
consuelo.
Todo esto puede parecer muy sencillo al leerlo pero la realidad es
que hay niños que lloran desconsoladamente e insisten en ver al ser querido que
se ha ido. ¿Qué hacer en esos casos?
«Si el momento en que este episodio ocurre es durante los dos
primeros años sería una respuesta adaptativa a la
pérdida del ser querido. Es importante que el niño pueda expresar sus emociones
y que los adultos le ayuden en la expresión de los mismos de la forma más
constructiva y menos dañina posible. Para ellos es útil dibujar y escribir historias
o cartas a la persona que ha muerto para poder expresar lo que quieren
decirles y no pueden. También es de mucha ayuda los cuentos e historias que
tratan esos temas y jugar metafóricamente con el tema para que empiecen a
desahogar la ira, tristeza y el temor que suelen estar relacionados con la
muerte. Si estos momentos de tristeza siguen ocurriendo una vez pasados los dos años sería
aconsejable consultar a un especialista».
¿Deben ver los niños a los muertos?
En algunas culturas la muerte se hace más presente que en otras y
está tan asumida que los niños la ven desde el principio. Pero, ¿es esto bueno?
¿pueden los niños ver a los muertos? ¿Es aconsejable llevarlos al tanatorio, al
entierro? ¿Depende de las edades o de otros factores?
«Incluir o no a un niño depende del niño y de la situación. Si el
niño es lo suficientemente mayor como para comprender y quiere participar,
incluirlo puede ayudarle a
aceptar la realidad de la muerte en compañía de familia y amigos. Si el
niño está preparado pueden participar siempre con la compañía y atención
constante de un adulto. Si el niño está asustado es mejor realizar algún ritual
simbólico como visitar la tumba, acompañarles al sitio donde están las cenizas,
encender una vela o llevar flores. En ocasiones se envía a los niños lejos de
sus casas cuando algún miembro de la familia ha muerto. En esos momentos es
importante estar al tanto de sus emociones para que no puedan aumentar su miedo
al abandono y otras preocupaciones.
Y un tema espinoso donde los haya, ¿cómo explicarles que su mamá o su
papá han fallecido cuando esto pasa antes de que sean conscientes de esa
realidad?: «La manera de explicarle a un niño la muerte de sus padres dependerá
fundamentalmente de la edad del niño. Cuando tenemos dudas, una declaración
sincera como: "Sencillamente no conozco la respuesta a esa
pregunta", puede ser más reconfortante que una explicación en la que
realmente no creemos o que no es cierta y que pudiera generar confusión».
En lo que parecen estar de acuerdo los expertos es en no mentirles
nunca: «No soy partidaria de que se les mienta. Siempre hay que intentar ser honestos con los
niños, siempre respetando su momento evolutivo que influirá en la manera
de explicarles los hechos. A los tres años los niños tienen un pensamiento
mágico, por lo que pueden sentir que sus pensamientos o sus acciones han
provocado la muerte o la tristeza de alguien cercano, con lo que podrían
experimentar sentimientos de culpa o vergüenza. Hay que dejarles bien claro que
ellos no son responsable de esos hechos, desligando cualquier sentimiento de
causa. Hay que evitar
eufemismos como "el descanso eterno" o "descanse en paz" ya que pueden
generar miedo a irse a dormir y desarrollar insomnio y terrores nocturnos. Del
mismo modo si a un niño se le dice que alguien "se marchó" puede incitar miedo
sus padres se vayan de viaje o hagan salidas de casa».
Evitar miedos
Qué responder cuándo nos preguntan: ¿Mamá, entonces tú también te vas
a morir?, ¿y qué responder cuando nos dice: ¿Me voy a morir yo también?
«Primero hay que explicarles que no te vas a morir hasta dentro de
mucho, mucho, mucho tiempo. Y que si es por enfermedad será por una muy, muy
muy, grave, para que no puedan sentir miedo cuando ellos o alguien está enfermo.
Además, añadiremos que ésa es la única causa por la que nos
separaríamos de ellos para reforzar su confianza en el vínculo y evitar
el miedo al abandono en situaciones cotidianas».
Y, desde luego, siempre podemos echar mano de libros que nos ayuden.
Los cuentos de hadas se
inventaron para explicar al niño diferentes fenómenos, entre ellos la
muerte. Existe mucha literatura a este respecto que puede ser de gran ayuda. Yo
recomendaría para niños «Dónde está el abuelo» de Cortina, Mar, «Cuando estoy
triste ante la pérdida de un ser querido» de Mundy, Michaelene. Ante la pérdida
de la madre «Mamá» Zubeldia, Iñaki. Para los padres puede ser de gran ayuda
Bennet Olshker: «¿Cómo se lo decimos a los niños?». Respuestas sencillas a
cuestiones difíciles. Ediciones MEDICI. Barcelona, 1991.
Tomado de ABC.es
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