martes, 3 de julio de 2007

Cómo educar a un pendenciero




Es mucho lo que se puede aprender acerca de los efectos que durante toda una vida ejerce una paternidad emocionalmente inepta- especialmente del papel que juega en volver agresivos a los chicos- a partir de estudios como el que se llevó a cabo con 870 niños del interior del estado de New York, que fueron seguidos desde los ocho a los treinta años.


Entre los niños, los más beligerantes-los más rápidos en empezar una pelea y que habitualmente utilizaban la fuerza para conseguir lo que querían- eran los que tenían más probabilidades de abandonar la escuela y, al llegar a los treinta, tenían historiales de crímenes y violencia.. También, al parecer, transmitian su propensión a la violencia: sus hijos eran en la escuela primaria tan conflictivos como habían sido sus padres.


De niños los revoltosos tenían padres que los disciplinaban con implacable severidad


Las niñas agresivas crecieron y fueron tan arbitrarias y castigadoras cuando se convirtieron en madres, como los chicos agresivos lo fueron al convertirse en padres.Castigaban a sus hijos con especial severidad, por lo demás, se mostraban poco interesados en la vida de aquellos, dejándolos de lado la mayor parte del tiempo.Al mismo tiempo, los padres ofrecían a estos chicos un violento ejemplo de agresividad, modelo que los niños llevaban consigo a la escuela y al patio de juegos, y seguían a lo largo de toda su vida.


Los padres no eran necesariamente mezquinos, ni dejaban de desear lo mejor para sus hijos; más bien, parecían estar repitiendo el estilo de paternidad que habia sido modelado para ellos por sus propios padres.


En este modelo de violencia, estos niños eran disciplinados de una manera caprichoza: si sus padres estaban de mal humor, ellos serían severamente castigados, si estaban de buen humor, ellos podian salir bien librados. Así el castigo llegaba no tanto por lo que el chico habia hecho, sino en virtud de cómo se sentian los padres. Esta es una receta para fomentar sentimientos de inutilidad e impotencia.


Vista a la luz de la vida hogareña que la provoca, la postura combativa y desafiante de estos chicos con respecto al mundo en general tiene cierto sentido, por desafortunado que pueda parecer. Lo desalentador es lo pronto que estas lecciones pueden aprenderse, y cuán costosas pueden ser para la vida emocional de un niño.


Daniel Goleman



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