viernes, 27 de noviembre de 2009

Algunos consejos y advertencias sobre cómo consegir grandes lectores.


Un niño adorará la lectura si en su cerebro los libros están asociados a la alegría y la felicidad.

La lectura se fomenta alrededor de la visión de un libro. Es decir, un cuento contado por los padres de viva voz, o un cuento leido por quien lo cuente, sin participación directa de los pequeños, tiene muchísimos beneficios, pero NO fomenta la lectura en sí mismo, y por tanto la afición lectora de los niños dependerá de sus inclinaciones naturales. Esta es la razón de una situación curiosa: en muchas familias con varios hermanos más o menos seguidos, el mayor suele ser un gran lector, y la diferencia de su afición lectora con el resto es bastante notoria. Esto es debido a que los padres comenzaron leyendo con él, pero al venir otros hermanos, los cuentos se contaban para todos, en lugar de leérselos específicamente a cada uno.

Hay que aclarar que la verdadera motivación del niño cuando lee un cuento con sus padres no tiene nada que ver con el cuento. Lo que él quiere es disfrutar de la atención exclusiva de sus padres, que para él tiene una fuerza y un atractivo incomparables, tan fuertes que las tareas que realiza de esta forma se graban con gran intensidad en su pequeño cerebro en desarrollo

El niño debe tener acceso al libro. Debe sentir que él también está leyendo, visionar los dibujos y las letras (al no comprender las letras, sus libros deben ser dibujos que sí pueda comprender), y buscar cada día nuevas cosas, aunque sea el mismo libro de las últimas tres semanas. De esta forma, en su cerebro asocia esos momentos mágicos a la presencia de un libro, y cuando en el futuro tome un libro en sus manos, sentirá el recuerdo de esa alegría y felicidad que le embargaba cuando sus papás le leían un cuento. Seguro que todos tenemos algún objeto que recordamos con cariño, y sólo verlo o tocarlo nos hace sentir bien,
Más fácil es inculcar la afición a la lectura a un niño de 2 años que a uno de 4, y más aún que a uno de 6 ó 7. Y todo esto ocurre, sólo por asociación mental, ¡antes incluso de que los niños sepan leer!, es importante dedicar tiempo de lectura específica a cada niño si queremos conseguir esa relación automática libro-felicidad

Por eso debemos:

• estar siempre disponible para alcarar sus dudas y ayudarle con la lectura
• poner a su alcance libros interesantes y entretenidos, con una correcta proporción de dibujos y letras a su nivel de comprensión
• el ejemplo será fundamental para mostrar que los padres también disfrutan de la lectura, pues al ir creciendo su deseo de hacer cosas junto a sus padres se sustituye por el deseo de parecerse a ellos.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Guia útil para educar bien a nuestros hijos


En educación es mejor llegar un año antes que un dia después.

La educación positiva proporciona pautas básicas para el buen comportamiento.


Como se consigue:


Potenciar comportamientos deseados, mejor que prohibir los no deseados
Elegir los mejores momentos para educar,
Premiar más que castigar.
Aprovechar y reconocer los puntos fuertes como apoyo para mejorar
los débiles, frente a olvidar los puntos fuertes y centrarse en criticar los débiles.
Crear hábitos a través de la libertad, frente a crear costumbres a través del miedo y la autoridad..
Criticar hechos concretos, en lugar de desacreditar a la persona entera: “este cuarto no está recogido”, frente a “eres un desordenado” o “no sabes ordenar tu cuarto”.
Prevenir y anticiparse, frente a corregir
Centrarse en el aspecto positivo de todo lo que rodea a la educación
Cambiar la forma de hablar: es el principal cambio, y facilita todos los demás Construir frases afirmativas, no negativas
Crear frases para alabar actitudes que antes sólo recibían un silencio o un gesto de aprobación
Relatar hechos, en lugar de calificar y etiquetar a las personas
Autocontrol: es el más difícil, especialmente si tenemos un carácter muy impulsivo y hemos desarrollado el hábito contrario.
Es necesario para no tomar malas decisiones en caliente esperar a los momentos más adecuados.
Ignorar comportamientos no deseados que no son nuestro foco de atención
Mejorar el clima familiar
Cambiar la forma de ver las cosas:
Cada error del niño es una oportunidad para enseñarle.
Reconocer los errores ante los hijos no es debilidad, es una ocasión única
Las muestras de afecto y cariño son el “pegamento” de la familia.
También es fundamental aprender a motivar, premiar y castigar.

sábado, 14 de noviembre de 2009

La educación se queda atrás



España, y en muchos lugares mas, un cero en buenos modales, no hay respeto ni cortesía:

Nadie se levantó de su asiento. Cuando el abuelo entró en el vagón del metro llevando en brazos un niño de pocos meses de edad, nadie hizo ademán de cederle el sitio. Había chicos y chicas jóvenes, pero también personas de mediana edad, que fijaban la vista en el libro que llevaban entre las manos, que escuchaban música mirando al techo o que se hacían los despistados. Finalmente, un hombre de unos 50 años, que portaba varias bolsas, les ofreció su asiento. Y lo hizo recriminando en voz alta la actitud de quienes viajaban con él. ¿Cómo era posible que, siendo de las personas de mayor edad que viajaba en el vagón y estando cargado con bolsas, hubiera tenido que ser él quien se levantase? ¿Por qué nadie más tuvo la educación de hacerlo?



Se trata de una anécdota real que se repite con cierta frecuencia en nuestra sociedad, donde los comportamientos corteses y la atención para con los demás no son ya la regla sino la excepción. El sociólogo Javier Elzo entiende que se trata de un tema recurrente que se manifiesta en las más diversas situaciones. Una de las más frecuentes es la del uso del «tú»: “hemos llegado a un mal tuteo: no se trata del tuteo sueco, sino de una falta de respeto a los mayores. Y eso se nota especialmente con los profesores de primaria y de secundaria, a los que los alumnos tratan como si fueran un amiguete más”.

Vivimos, pues, ante una pérdida de los códigos de respeto intergeneracionales que Aquilino Polaino, catedrático de psicopatología del CEU, vincula muy directamente con una sociedad cada vez más individualista en la que “el compromiso entre personas es moneda de poca circulación, la palabra empeñada sirve de muy poco, hay una tendencia al hedonismo generalizada y donde se reclaman los derechos y se olvidan los deberes”.

Elzo abunda en ese sentido al señalar cómo ese individualismo exacerbado ha fragilizado enormemente los lazos sociales. Y sin ellos, estas actitudes que desprecian las normas de educación acaban generalizándose. Elzo entiende que la primera responsabilidad, en este sentido, es de los medios de comunicación. “Cuando uno ve los programas que ocupan gran parte del horario televisivo, como son los de corazón, y se da cuenta lo de horteras y ordinarios que son, no puedes pretender que la gente se comporte de manera cortés en la vida cotidiana: simplemente están imitando lo que ven”.

Pero más allá de quiénes sean los causantes, y de que los programas televisivos influyan decisivamente o no en las prácticas sociales, lo cierto es que estamos inmersos, dicen los expertos, en una epidemia de preocupante individualismo que se caracteriza por su completo desinterés por los demás. Como dice Elzo, “la gente va a su bola (por utilizar los términos que ellos emplean) y le da igual quién tenga al lado”. Y, al final, el otro sólo es importante cuando nos sirve de algo. Así, asegura la psicóloga clínica y escritora Lola López Mondéjar “no vemos al otro como un semejante sino como alguien meramente funcional. El otro nos interesa en la medida en que nos es útil. En ese sentido, nos comportamos como si hubiéramos sustituido las normas éticas por las leyes mercantiles. Si vales algo, te respetan; si no, te conviertes en invisible”.

Polaino coincide en esta utilización instrumental de los demás como comportamiento en alza de de nuestra sociedad. “O se pasa de los demás o se les manipula para conseguir algo de ellos”. Y eso, que para el catedrático constituye la esencia del individualismo, da como resultado una comunidad “donde la relación entre las personas es cada día más liviana, y donde cada uno se blinda en su yo. Estamos en un mundo lleno de narcisismo, y así no hay manera de hacer sociedad.
Una situación que sufren especialmente, avisa López Mondéjar, quienes no tienen nada que ofrecer en ese juego utilitario. Es decir, aquellos que están en situación de necesidad. “Este ideal igualitario que pretende hacernos tratarnos a todos del mismo modo es algo que no se puede consentir porque el débil siempre necesita más apoyo. Esa falta de cuidado que hoy percibimos con los ancianos, las mujeres etc., es señal de que hemos perdido importantes valores sociales”. Algo que se deja sentir especialmente en contextos, como el de los negocios o el del trabajo, donde ayudar a alguien que está pasando una mala época o que ha caído en desgracia es visto como un notable signo de debilidad. “Estamos en el mercado y tenemos que ser fuertes y competitivos, porque nadie quiere un producto defectuoso. Por eso, como se nos exige que tengamos la apariencia de un producto óptimo, alejamos de nosotros la debilidad: la negamos siempre que podemos”.

Y los jóvenes son el colectivo que más ha interiorizado esta ilusión de fortaleza. Como cuenta López Mondéjar, es muy llamativo que los jóvenes no sólo traten de aparentar rudeza y que, por tanto, no se atrevan a mostrarse en situaciones en las que quedan expuestos, sino que “ni siquiera se permiten hablar entre ellos de debilidad. El que lo hace es visto como un bicho raro”.

Para Polaino, estas actitudes de los jóvenes tienen que ver con la imitación de los comportamientos que ven en su vida cotidiana, pero avisa de que no es infrecuente que estos fenómenos circulen en doble dirección y que los adultos acaben por copiar actitudes adolescentes: “también los mayores imitan a los jóvenes y tratan de seguir su mismo itinerario. Del mismo modo que cada vez vemos más cuarentañeros que tienen su movida los viernes por la noche (solteros, casados, de todo), también vemos más adultos que no toman en cuenta las normas de educación. Cuando la insolidaridad se hace carne termina por afectar a todo el mundo”. Con consecuencias en todos los estratos sociales y en todas las capas de edad, por tanto: “hoy no se atiende a las personas de la tercera edad con la misma educación con que se las trataba en buena parte del siglo XX pero tampoco los mayores saben dar a los jóvenes lo que necesitan. Cuando a un joven se le concede tiempo y se le enseña, responde muy bien. Porque los jóvenes también tienen ganas de ser generosos de apoyarse en los demás y de crecer, y es algo que esta sociedad individualista no puede bloquear”.


Una situación que sufren especialmente, avisa López Mondéjar, quienes no tienen nada que ofrecer en ese juego utilitario. Es decir, aquellos que están en situación de necesidad. “Este ideal igualitario que pretende hacernos tratarnos a todos del mismo modo es algo que no se puede consentir porque el débil siempre necesita más apoyo. Esa falta de cuidado que hoy percibimos con los ancianos, las mujeres etc., es señal de que hemos perdido importantes valores sociales”. Algo que se deja sentir especialmente en contextos, como el de los negocios o el del trabajo, donde ayudar a alguien que está pasando una mala época o que ha caído en desgracia es visto como un notable signo de debilidad. “Estamos en el mercado y tenemos que ser fuertes y competitivos, porque nadie quiere un producto defectuoso. Por eso, como se nos exige que tengamos la apariencia de un producto óptimo, alejamos de nosotros la debilidad: la negamos siempre que podemos”. Y los jóvenes son el colectivo que más ha interiorizado esta ilusión de fortaleza. Como cuenta López Mondéjar, es muy llamativo que los jóvenes no sólo traten de aparentar rudeza y que, por tanto, no se atrevan a mostrarse en situaciones en las que quedan expuestos, sino que “ni siquiera se permiten hablar entre ellos de debilidad. El que lo hace es visto como un bicho raro”. Para Polaino, estas actitudes de los jóvenes tienen que ver con la imitación de los comportamientos que ven en su vida cotidiana, pero avisa de que no es infrecuente que estos fenómenos circulen en doble dirección y que los adultos acaben por copiar actitudes adolescentes: “también los mayores imitan a los jóvenes y tratan de seguir su mismo itinerario. Del mismo modo que cada vez vemos más cuarentañeros que tienen su movida los viernes por la noche (solteros, casados, de todo), también vemos más adultos que no toman en cuenta las normas de educación. Cuando la insolidaridad se hace carne termina por afectar a todo el mundo”. Con consecuencias en todos los estratos sociales y en todas las capas de edad, por tanto: “hoy no se atiende a las personas de la tercera edad con la misma educación con que se las trataba en buena parte del siglo XX pero tampoco los mayores saben dar a los jóvenes lo que necesitan. Cuando a un joven se le concede tiempo y se le enseña, responde muy bien. Porque los jóvenes también tienen ganas de ser generosos de apoyarse en los demás y de crecer, y es algo que esta sociedad individualista no puede bloquear”.











Esteban Hernandez

Tomado de El confidencial

martes, 10 de noviembre de 2009

Enseñe a ser ordenados a sus hijos




El orden en nuestras vidas es siempre necesario y sí que ayuda mucho, pero es un hábito que aprendemos desde muy pequeños, con actividades simples y cotidianas. Un niño que está acostumbrado al desorden posteriormente tendrá dificultades para establecer un orden en su trabajo, estudios y en general en su propia vida. Desde el primer año de vida, podemos enseñarle al niño a ser ordenado, le estaremos enseñando también a ser organizado, independiente y responsable.
Aquí algunas ideas sobre cómo enseñarle a los niños a guardar sus juguetes:

Primero, enséñele al niño el lugar para guardar los juguetes. Si no tiene un estante, lo recomendable es utilizar cajas que usted misma(o) podrá decorar.
Dependiendo de la edad del niño, usted puede pegar en la caja alguna imagen referida al tipo de juguetes (muñecos, carritos, etc.) o hacer que el niño escriba dichas categorías en las cajas.
Felicite al niño cuando él recoja los juguetes, ésto lo hará sentirse bien.
Cuando lo niños juegan, es posible que se pierdan piezas de los juguetes. Es recomendable que cuando terminen de jugar se guarden estas cosas en un solo lugar, de tal manera que después sea más fácil ubicarlas.
No es tan dificil enseñar a ser ordenados a los niños. Solo hay que seguir algunas pautas:
No darle muchas indicaciones a la vez: "limpia el cuarto" "arregla tus juguetes""ordena tus libros" "recoge la ropa", ésto va a desarrollar estress, sobre todo si recién empieza con estas labores.
- Diríjase a ellos de una manera positiva y utilice palabras que estimulen su capacidad de controlar sus acciones: ¿pusiste tus libros en la mochiula? ¿notaste que ayer te olvidaste de recoger tu ropa sucia? ¿ te diste cuenta que tus juguetes quedaron regados en el piso? Todas estas son maneras de animarlos a pensar por si mismos y otra cosa: jamás Ud. ordene o limpie lo que su niño se ha comprometido a hacer.
No les imponga su propia lógica para ordenar las cosas. A ellos no siempre les parecerá que el lugar que Ud. eligió es el correcto. Deje que ellos decidan.
Ponga orden en otros aspectos de su vida, como respetar horarios y mantener sus cosas ordenadas.

No imponga la hora de ordenar sus cosas como un castigo. Cuando es así los niños crecerán relacionando la atarea de recoger, limpiar y ordenar con algo desagradable.

Escoja un dia para que junto con ellos seleccione la ropa o juguetes que ya no necesita.
Si su hijo tira la ropa que se cambia al suelo, coloque una cesta para ropa sucia en su cuarto y lave solo lo que esté allí dentro de esta manera le enseña el orden.

Permita que le ayuden a limpiar y ordenar en su hogar, que cada cosa tenga su lugar y no tirados por doquier.

Todos estos consejos le ayudarán a que su hijo sea ordenado

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