La tecnología ha irrumpido en la sociedad y ha quebrado normas que antes eran sagradas. El viejo concepto de buena educación se ha revolucionado ante unas herramientas nuevas que facilitan la comunicación pero que, también, trastocan la convivencia. Pero el correo electrónico y el teléfono móvil también tienen sus propias reglas de cortesía.
Está en un restaurante, acompañado. A la otra persona le suena el móvil que previamente ha dejado sobre la mesa. No lo piensa dos veces, contesta. Habla durante 5 minutos sin preocuparse de que el de enfrente sigue comiendo solo. ¿Haría usted lo mismo?, ¿sabe comportarse en la nueva era?
Explica María R. Sahuquillo en El País que en España hay 48.720.461 líneas de teléfono móvil. Más de un terminal por habitante, según los últimos datos de la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT) de agosto de 2007.
Dieciséis millones de personas han utilizado Internet en los últimos tres meses, según el INE. Hoy casi nadie puede vivir sin estas herramientas, que se han integrado en la sociedad y que también propician su avance: más comunicación, más productividad.
Miles de negocios se cierran cada día acelerados por el móvil o el correo electrónico. Y también muchas relaciones se mantienen gracias a ellos. Pero, ¿hasta qué punto influyen en la convivencia y repercuten en la manera de comportarnos con los demás?
La imagen de una persona que habla por el móvil mientras se dirige al dependiente de la frutería o compra el periódico no es inusual. Tampoco se hace extraño ya escuchar las músicas más insospechadas en momentos inadecuados que provienen de un móvil que debió haber sido silenciado o apagado. Pero no por comunes estos comportamientos son correctos. Según los expertos, van en contra de las normas de protocolo.
También se considera incorrecto algo que para muchas personas es habitual, no contestar a un correo electrónico o no especificar el asunto del mensaje. Por no hablar del colmo de los malos modales en la Red: escribir todo el texto en mayúsculas.
"Este tipo de letra da la impresión de que se está gritando al interlocutor en el oído", dice Fernando Fernández, experto en protocolo y ex asesor de María Teresa Fernández de la Vega, vicepresidenta del Gobierno.
Internet no es un mundo anárquico y libre donde se permite todo. La Red también tiene sus normas de comportamiento, la ciberetiqueta o net-etiqueta.
"Igual que desde niños sabemos que debemos ceder el paso a una persona mayor, también existen normas para ser aceptados en Internet", dice Fernández. Para él, todo usuario de la Red debería conocer las tres reglas básicas de la ciberetiqueta: no enviar correos con archivos adjuntos pesados, no remitir correo spam o no deseado y, por supuesto, no escribir en mayúsculas.
Incumplirlas es ser un maleducado, un cibermaleducado. Pero ¿quién fija estas normas? "Son reglas no escritas y no obligatorias que se han ido creando con el uso de la Red, del chat, del correo electrónico", aclara.
Sin embargo, para los expertos, el instrumento que más rompe las pautas básicas de cortesía es el teléfono móvil. "Estos aparatos empezaron siendo sólo para comunicarse profesionalmente.
Hoy todo el mundo los usa y se han convertido en elementos que inciden en la convivencia social y la perturban", opina Ángel Pérez, director de la Escuela de Protocolo de Aragón. "No hay más que hacer un viaje en AVE de Zaragoza a Madrid para conocer la vida y milagros de las personas que viajan en el vagón. No se cortan en nada a la hora de contar por teléfono ni siquiera temas confidenciales", dice.
Por no hablar de móviles que suenan en el cine o, lo que es peor, durante una boda o un funeral. "Hay gente que puede llevar de tono en el móvil la canción de Paquito el chocolatero y que les suene en medio de una comida de trabajo o en una situación de crisis. Muchas veces no son conscientes de la mala imagen que dan. No sólo por no haber apagado o silenciado el móvil, sino también por el tipo de música que llevan", dice Pérez.
No sólo la música es molesta. También las horas de llamada. Parece que todo momento es bueno para telefonear a alguien al móvil. No se respeta la hora de la comida ni mucho menos la de la siesta, e incluso se reciben llamadas a horas intempestivas.
"El pasado fin de semana me llamaron al móvil a las tres de la mañana. Eran mis amigas, que estaban de juerga y querían contarme que habían visto al camarero que me gusta. Yo estaba en casa, enferma y amargada. No me hizo mucha gracia", cuenta Cristina Álvarez. Nunca apaga el móvil, no tiene teléfono fijo y ésta no es la primera vez que una llamada tardía o un sms la han puesto al borde del infarto.
Para evitar situaciones como ésa, la clave es utilizar el sentido común. Sin embargo, parece que, aunque suene a tópico, éste no es demasiado frecuente. "Hay que ser muy prudente al usar el móvil para localizar a una persona. Es mejor llamarle al fijo primero o enviarle un sms para que nos diga si está disponible. Y sobre todo, preguntar si puede hablar en ese momento o si prefiere que le llamemos después", dice Gloria Campos, directora de formación de la Escuela Internacional de Protocolo.
Javier Sanz trabaja en una multinacional de productos químicos. Utiliza el móvil desde hace 10 años y reconoce que se ha convertido en un "apéndice" de su persona. "No lo apago casi nunca, pero lo silencio", dice.
Reconoce que cada vez es más habitual que en las reuniones o incluso en las comidas de trabajo la gente mantenga una conversación mientras contesta el correo electrónico o responde llamadas. "Hace unos días fui a comer con unos clientes.
Uno de ellos se pasó la comida entera distraído, contestando correos electrónicos con la Blackberry. Fue muy molesto porque daba la impresión de que no estaba siguiendo la conversación", dice.
Como Sanz o el ejecutivo con el que almorzó, cada vez más personas pasan tiempo literalmente pegadas a su móvil. Hablando, enviando mensajes o contestando al correo electrónico. Ochenta y cuatro minutos de media al día, 18 minutos más que en 2006, según un estudio elaborado por el fabricante de terminales Nokia.
tomado de Curiosidades