martes, 26 de abril de 2011

¿Debemos intervenir en la pelea de los niños?




Muchos padres nos planteamos si debemos intervenir en los conflictos de nuestros hijos de dos años con otros niños. La forma de actuar dependerá de la situación en que se encuentre el niño.

Nos surgen dudas como: ¿cuándo intervenimos y cuándo no? ¿cómo hacerlo? o ¿por qué no hacerlo? Te contamos cómo debes actuar cuando tu hijo se pelea con otros niños en las situaciones más habituales.


Quieren el mismo juguete
Juan está jugando tranquilamente en el parque con su cubo y su pala. De pronto, viene otro niño y le quita la pala. A Juan no le hace ni pizca de gracia e intenta arrebatársela.
¿Intervenimos? No
En principio, no. A esta edad las peleas no suelen ser graves y, con un poco de tiempo, los niños resuelven solos sus conflictos. Pero no siempre es así. Si la pelea por el mismo juguete llega a las manos y se convierte en una lucha sin cuartel, entonces no dudes en intervenir para separarles y protegerles. En la segunda parte de la intervención puedes adoptar un rol mediador, es decir, acompáñales en la búsqueda de un acuerdo que satisfaga a ambos. ¿Y si uno se queda con la pala y el otro con el cubo?


Pellizca a su hermano a escondidas
Y cuando lo descubres se te cae el alma a los pies. ¿Tu retoño hace eso tan terrible a su hermano? ¡A escondidas! Tú que pensabas que los celos eran cosa del pasado... ¿Haces como si no hubieras visto nada o le afeas su conducta?
¿Intervenimos? Sí
La oportunidad que te brinda ese pellizco es entender los temores y necesidades que llevan a tu hijo a relacionarse así con su hermano. No es grave ni tremendo, simplemente expresa algo que no termina de digerir. Sin reñirle, puedes informarle de lo que has visto y hablar de lo que le pasa. Tu intervención tiene el fin de proteger al pequeño y transmitirle seguridad.


Lo toca todo en el supermercado
Luis se divierte mucho en el súper. Se dedica a pasar sus manitas por el mayor número de superficies posible. Si son duras le basta con acariciarlas, algunas las coge y las echa al carro; sin son blandas, como el pan o los plátanos, disfruta apretando con los deditos. Su madre mira de reojo, no sabe si está bien o mal, pero si tuviera que ir regañándole todo el rato no terminaría nunca de hacer la compra.
¿Intervenimos? Sí
Aunque nunca regañándole. El niño toca todas esas cosas guiado por un saludable impulso de aprendizaje, que en este caso choca con el respeto a la propiedad de otro. Reconociendo su deseo de aprender, puedes explicarle que a los dueños de la tienda no les gusta que se toquen todas sus cosas, y a continuación ofrecerle una alternativa para cubrir su necesidad: dale a explorar los productos que vas metiendo en el carro y proponle que coja algunos él mismo. Así, aceptas su necesidad de manipulación y aprendizaje y a la vez le enseñas que hay normas relacionadas con respetar las cosas de otros.


No comparte sus cosas
 Y no hay manera. Silvia se rodea de sus muñecas y cuando tus amigos llegan con su hija a pasar la tarde, no hay forma de que Silvia le deje nada. Cuanto más insistes, peor se pone la cosa...
¿Intervenimos? No
Es importante reconocer su derecho a no compartir. Son sus cosas, no las tuyas, y debes respetar a la niña. Esto no tiene nada que ver con el egoísmo, es un simple acto de reafirmación. Si su amiguita quiere jugar, deja que se entiendan, pero no la obligues a compartir. Si es una conducta que se repite siempre, puedes hablarle de lo bien que se lo pasa uno compartiendo y darle ejemplo. Si lo que no quiere compartir es un bien común entonces sí debes intervenir. Explícale que es de todos, muéstrale que otros niños también quieren disfrutar y negocia una forma de compartir el columpio.


Tiene una rabieta
Carmen no sabe dónde meterse cuando Laura se tira al suelo gritando en mitad de la calle. "Si no ha pasado nada", se dice Carmen. Lo ha intentado todo, desde razonar con la pequeña hasta darle un par de buenos gritos, pero nada funciona. A veces la deja berrear hasta que se cansa. Pero, ¡puede tardar tanto tiempo en cansarse...
¿Intervenimos? No
Intervenir no es necesario, pero sí acompañar. O, mejor, intervenir acompañando. Aunque no entiendas sus razones, los berrinches son una expresión de rabia que no debes bloquear. Hay que acompañar al niño para que no se haga daño y abrazarle cuando te lo permita, apoyándole para dejar atrás ese estado de ánimo.


Le pegan en la guardería
Un día Daniel se despertó de mal humor. También al siguiente y al siguiente. "Cole, no", se convirtió en la consigna matutina. Su madre preguntó a la profe si Daniel tenía algún problema. Esta le contó que un compañero la había tomado un poco con él, pero que eran "cosas de niños" y no debía preocuparse. La resistencia de Daniel para ir a la guardería crecía y su madre no sabía qué hacer.
¿Intervenimos? Sí
Nuestro hijo lo está pasando mal, aunque aparentemente no tenga importancia, y debemos darle herramientas para evitarlo. Habla con la profesora y con él. Es importante que exprese lo que le pasa, ya que sentirá alivio y apoyo. Puedes preguntarle directamente y compartir alguna anécdota relacionada con el tema. También debes enseñarle a protegerse. No está de más hablarlo con la profesora. Si está ocurriendo algo que altera significativamente a nuestro hijo, es bueno que su "seño" lo sepa, es posible que le falte información.


Pega en la guardería
Ricardo es el niño que pega a Daniel, su compañero de la escuela infantil, un día sí y otro también. Su madre recibe avergonzada las quejas de la profesora, pero no sabe qué hacer. Cuando le pregunta a Ricardo si pega, él siempre dice que no.
¿Intervenimos? Sí
La excesiva agresividad te informa de que algo no va bien. Una cosa es que de vez en cuando se le suelte la mano y otra muy diferente que pegue sistemáticamente. Es importante localizar su problema y, en paralelo, enseñarle a expresar su rabia o desacuerdo de otra forma. ¿Cómo intervenir? El objetivo de tu participación no es inhibir la conducta agresiva, sino saber qué le ocurre al niño que le hace manifestarse de forma tan violenta. Además, es importante enseñarle una forma diferente de expresar su agresividad. Aunque solamente tenga dos años, puedes explicarle las consecuencias de sus acciones. Si necesitas apoyo para descubrir lo que altera al niño, siempre puedes acudir a un profesional que te ayude a localizar su problema y solucionarlo.


Fuente: Ser padres.es
Por: Lidia García-Fresneda.

sábado, 23 de abril de 2011

Qué hacer para que su hijo tenga confianza en sí mismo




El niño desarrolla una imagen de sí mismo desde el primer día. Los niños son conscientes de los sentimientos y el comportamiento de sus padres. No sólo escuchan las palabras que dicen, sino el tono de sus voces. Observan y reconocen el lenguaje corporal. Observan detenidamente expresiones faciales. Los niños imitan las cosas que dicen y hacen los padres. Por ello, la forma en que los padres se comportan y hablan con sus hijos tiene una enorme influencia en su desarrollo. Y lo que es más importante, puede afectar a la confianza del niño en sí mismo. Cuando los padres elogian y ratifican constantemente a sus hijos, se aseguran de que sus hijos crecerán con una autoestima adecuada. Sin embargo, cuando los padres son críticos o inconstantes, o incluso poco cariñosos, sus hijos crecerán siempre subestimándose.


Algunos padres se centran en el mal comportamiento de sus hijos y los critican todo el tiempo. Puede ser necesario un grado de crítica práctica, pero si un niño escucha sólo enfados y críticas, la confianza en sí mismo quedará debilitada.


Además, aprenderá que el único momento en el que llama la atención es cuando se comporta mal y se comportará de esta forma. El elogio y la recompensa por el buen comportamiento es más beneficioso que la crítica constante.


Abrazar a un niño y elogiarlo por su buen comportamiento lo anima a ver que ser bueno, o amable, o agradable trae recompensas. Esto le ayuda también a lograr una buena autoestima.


Recuerden que es importante que un niño les escuche decir que lo quieren. Si su hijo no tiene un buen comportamiento, deberían criticar el mal comportamiento y no al niño. Pueden decir, por ejemplo: "Carolina, eres una niña maravillosa y te quiero mucho, pero hoy te has portado muy mal". Esto es mucho más constructivo que decir: "Carolina, eres una niña muy mala".


De hecho, muchos padres van mucho más lejos y sus palabras pueden dañar seriamente al niño a largo plazo. Cualquier psicoterapeuta puede explicarle cómo algunos de sus clientes han sufrido como resultado de un lenguaje severo en su infancia. Si dicen frases como "fuera de mi vista", o "me das asco", o, peor aún, "ya no te quiero", son tan desagradables y tristes para un niño que, con frecuencia, su propia capacidad de amar en un futuro y de mantener buenas relaciones se puede ver seriamente dañada.


Burlarse de un niño, o compararlo con otros niños o hermanas y hermanos a expensas de éste, es también bastante perjudicial.

viernes, 22 de abril de 2011

¿Por qué es necesaria la disciplina?



Educación durante la infancia
La educación de un niño es una de las responsabilidades más difíciles que puede tener un adulto. Es el trabajo para el que hemos recibido menos formación.


La mayoría de las personas adquieren conocimientos sobre los hijos en su entorno o de su propia educación. Como consecuencia, cuando se convierten en padres suelen repetir los patrones de su propia infancia, que pueden no ser adecuados para sus hijos. Aún peor que eso, pueden escucharse regañando a sus hijos con frases que sus padres solían utilizar y que prometieron no pronunciar nunca cuando tuvieran hijos.


En los casos en los que están los dos padres involucrados activamente en la educación de un hijo, es importante la comunicación constante entre ellos sobre temas de disciplina y del comportamiento que esperan de sus hijos. De este modo, es menos probable que se produzcan malas técnicas de crianza a partir de su propia experiencia. Presentarán también un frente unido como pareja y aportarán a sus hijos consejos útiles dentro de una seguridad y coherencia.


Muchos padres encuentran útil también leer libros y artículos sobre la correcta educación de los hijos. En los últimos años es frecuente oír hablar o leer acerca de una técnica de educación de los hijos basada en la llamada inteligencia emocional.


¿Por qué es necesaria la disciplina?
La disciplina permite a los padres mostrar cuál es el comportamiento aceptable y no aceptable para su hijo. Si se establecen límites para el niño, se les ayuda a aprender qué se espera de ellos y cómo deben comportarse en sociedad. Esto es necesario para que el niño se convierta en un adulto responsable.


La disciplina es un tema difícil, ya que debe ser justa y constante. La falta de una disciplina constante y adecuada puede dar lugar a niños confusos y desarraigados que buscan constantemente probar a los demás para establecer los límites dentro de su relación.


Ser padre durante las 24 horas del día conlleva demasiada responsabilidad. El mantenimiento de una disciplina constante puede ser muy exigente y absorbente, y es agotador, principalmente para los padres solteros. Es verdad que poseen la ventaja de poder educar a un hijo exactamente como desean sin la intervención de una pareja, pero se dan muchas ocasiones en las que pueden sentirse solos e inseguros sobre lo beneficioso de la disciplina. Puede ser muy útil compartir las ideas con otros adultos cercanos o discutir estos temas con un médico o, incluso, con el profesor del niño.


En una familia con ambos padres, la vida es mucho más sencilla si la pareja habla acerca de sus métodos objetivos. De esta forma, pueden ofrecerse apoyo mutuo en situaciones en las que es más apetecible ceder para encontrar paz y tranquilidad.

sábado, 2 de abril de 2011

Cómo los niños pueden aprender a ser amables



Ser amable significa ser digno de ser amado, ser cariñoso, afectuoso, gentil, cortés, agradable, servicial, afable, incluso gracioso y risueño. Cualidades todas ellas que deben ser formadas en los niños desde la más temprana edad
Ser amable también es ser atento, brindar atención y respeto sobre todo a los menos aptos, desvalidos, y necesitados. La amabilidad no nace con el niño, éste es impulsivo por naturaleza, y a ser amable y cortés se aprende en las más diversas actividades de la vida cotidiana. Los niños asimilan las normas de comportamiento social en la medida que los adultos los entrenan y enseñan a comportarse de acuerdo con esas normas.

La amabilidad implica a su vez la igualdad, el tratamiento por igual a niños y niñas, y la delicada cortesía de unos a otros, por lo que han de aprender a ser corteses con todos los compañeros y compañeras, y ayudarles en todo momento.



Aprender a ser amable
El juego de roles, en el que es posible modelar las más diversas situaciones en las que esté implícito el ser amable y cortés, es una de las vías más importantes para que los niños interioricen este valor. Pero no hay nada más efectivo que el ejemplo del adulto para enseñar las normas de la amabilidad; por eso los padres deben ser modelos a imitar de estas cualidades.

Cuándo puede el niño puede aprender a ser amable
- Cuidando de su cuerpo y de su imagen Lavándose las manos antes de comer, cepillando los dientes después de cada comida, alimentándose bien, etc.
- Considerando a los demás el otro. Saludando a las personas conocidas, demostrando afecto a los compañeros de la escuela y a los amigos, llevando algún regalo a la profesora, compartiendo su material escolar, jugando sin peleas con sus compañeros, dando de comer a su mascota, agradeciendo a su madre por la deliciosa comida, acompañando a sus padres a la compra, ofreciendo ayuda cuando alguien la necesita.







Fuente: Guiainfantil.com

viernes, 1 de abril de 2011

¿Cómo hacer para que su hijo tenga confianza en sí mismo?



El niño desarrolla una imagen de sí mismo desde el primer día. Los niños son conscientes de los sentimientos y el comportamiento de sus padres. No sólo escuchan las palabras que dicen, sino el tono de sus voces. Observan y reconocen el lenguaje corporal. Observan detenidamente expresiones faciales. Los niños imitan las cosas que dicen y hacen los padres. Por ello, la forma en que los padres se comportan y hablan con sus hijos tiene una enorme influencia en su desarrollo. Y lo que es más importante, puede afectar a la confianza del niño en sí mismo. Cuando los padres elogian y ratifican constantemente a sus hijos, se aseguran de que sus hijos crecerán con una autoestima adecuada. Sin embargo, cuando los padres son críticos o inconstantes, o incluso poco cariñosos, sus hijos crecerán siempre subestimándose.

Algunos padres se centran en el mal comportamiento de sus hijos y los critican todo el tiempo. Puede ser necesario un grado de crítica práctica, pero si un niño escucha sólo enfados y críticas, la confianza en sí mismo quedará debilitada.

Además, aprenderá que el único momento en el que llama la atención es cuando se comporta mal y se comportará de esta forma. El elogio y la recompensa por el buen comportamiento es más beneficioso que la crítica constante.

Abrazar a un niño y elogiarlo por su buen comportamiento lo anima a ver que ser bueno, o amable, o agradable trae recompensas. Esto le ayuda también a lograr una buena autoestima.

Recuerden que es importante que un niño les escuche decir que lo quieren. Si su hijo no tiene un buen comportamiento, deberían criticar el mal comportamiento y no al niño. Pueden decir, por ejemplo: "Carolina, eres una niña maravillosa y te quiero mucho, pero hoy te has portado muy mal". Esto es mucho más constructivo que decir: "Carolina, eres una niña muy mala".

De hecho, muchos padres van mucho más lejos y sus palabras pueden dañar seriamente al niño a largo plazo. Cualquier psicoterapeuta puede explicarle cómo algunos de sus clientes han sufrido como resultado de un lenguaje severo en su infancia. Si dicen frases como "fuera de mi vista", o "me das asco", o, peor aún, "ya no te quiero", son tan desagradables y tristes para un niño que, con frecuencia, su propia capacidad de amar en un futuro y de mantener buenas relaciones se puede ver seriamente dañada.

Burlarse de un niño, o compararlo con otros niños o hermanas y hermanos a expensas de éste, es también bastante perjudicial.

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