martes, 21 de diciembre de 2010

No eduquemos pegando a nuestros hijos




Hasta hace unos años atrás, la manera más común en la que los padres "enseñaban" a sus hijos a lograr una buena disciplina era a través del castigo físico. Se usaban las correas, los san martines y las palmadas.


Se creía que a través del golpe, el niño aprendía a discernir entre lo que estaba bien y lo que estaba mal. Se confiaba tanto en esa metodología, que incluso las escuelas la utilizaban. Era considerado muy normal que un profesor le jalara las patillas o le diera un reglaso en la palma de la mano a algún alumno por no haber hecho su tarea.
Con la evolución de las ciencias y teorías de la educación, esta metodología del castigo físico y la violencia, ha quedado desplazada por una nueva metodología basada en la reflexión y la democracia.
Actualmente, nuestra sociedad ve al niño como un ser racional, una persona que puede lograr entender a través del diálogo y la reflexión, lo que está bien y lo que está mal.


Ya no son necesarios los castigos físicos ni las amenazas que generaban miedos y traumas en los niños.
Estudios han demostrado que cuando la disciplina se da a través de la imposición y la violencia, sus resultados no son efectivos, ya que genera que la persona haga o elija, solamente para evitar el dolor y el miedo, mas no porque así lo crea; y como consecuencia, se forman personas inseguras y totalmente dependientes de las desiciones de los demás.
En cambio cuando, desde pequeño, se le hace reflexionar y analizar sus actos y consecuencias a través de la palabra y del afecto, logra entender y aprender que debe elegir lo que es bueno y mejor para él, por sí mismo y no porque así lo crean o lo digan los demás.
Como consecuencia, se forman personas racionales, autónomas, independientes y seguras de sí mismas.


Por eso:
- Conversa constantemente con tus hijos.
- Hazlos reflexionar sobre sus actos o sobre los actos de los demás.
- Hazlos reflexionar sobre las posibles consecuencias de sus actos.
- Cuéntales tus problemas y pídeles consejos. A veces tienen mejores ideas que nosotros.
- Nunca lo humilles por sus errores o defectos.
- Nunca le pegues.
- Si le pides que vaya a reflexionar sobre sus actos a su dormitorio, no le cierres la puerta;
algunos niños se asustan y sienten que quedarán atrapados para siempre.
 Juega con ellos. Los juegos son buenas herramientas para enseñar a solucionar conflictos y para reflexionar sobre algún error que hayan cometido.
- Dales muchísimo amor y comprensión



Via:Creciendo contigo

martes, 14 de diciembre de 2010

Preferir a un hijo: ¿Mito o realidad?



Casi siempre los hijos piensan que sus padres prefieren a uno de sus hermanos en particular. Al mismo tiempo, los padres afirman que quieren a todos los hijos por igual. Pero, ¿Cuál es la verdad? Ambas son verdad. Es muy frecuente que los padres favorezcan o prefieran a uno de los hijos.

En algunos casos se le da más atención al más pequeño o más débil, o más regalos y ropa al hijo más exigente, o más tiempo a quien se encuentra más necesitado. En la mayoría de casos, el tratamiento especial hacia alguno de los hijos es de corto plazo, pero puede afectar a los demás hijos.

También está el factor afinidad. Es normal que haya mayor afinidad hacia alguno de los hijos, por ejemplo, la afinidad de carácter o afinidad de género.
Cada hijo desea ser lo más importante para sus padres y por lo general son muy sensibles a todo lo que consideren desigualdad. Para los padres es difícil repartir equitativamente la atención, ya que conforme van creciendo los hijos, surgen nuevas necesidades.

En realidad, manejar a los hijos con igualdad, significa darle a cada uno lo que necesita de acuerdo a sus debilidades o fortalezas, y no, lo mismo en cantidad.
Sin embargo, los hijos entienden " la igualdad" como que todos merecen lo mismo, por ejemplo, si ven que los padres permiten a un hijo acostarse más tarde, significa que lo quieren más.

Por lo general, el hermano mayor querrá que lo traten igual que al menor, y el menor siente culpa por la atención que le dan sus padres. La única solución es conversar con los hijos. Por ejemplo, podríamos decirle al mayor que su hermano menor necesita ayuda para vestirse, al igual que él la necesitó cuando tenía la misma edad, y eso no significa que se le quiera más.

Para evitar estos sentimientos de injusticias, es importante dedicarle un tiempo especial a cada uno de ellos y estar atentos ante cualquier sentimiento de rechazo. Conversemos mucho con nuestros hijos y siempre digámosles cuánto los amamos y lo especial que es cada uno de ellos para nosotros.



Fuente:Educando a la familia

lunes, 13 de diciembre de 2010

La Navidad se acerca, ¿qué regalos y juguetes compraremos a nuestros hijos?



Llega la Navidad y con ella, el gran dolor de cabeza: ¿Qué vamos a regalar a nuestros hijos para que sean felices?
Entonces,  vamos a las grandes tiendas para ver los más maravillosos regalos, pero así como maravillosos, caros...carísimos.
Vemos los juguetes y vemos los precios. Si buscamos regalos para algún sobrino, pensamos que el precio debe ser menos de $20.00, de lo contrario nos parece muy caro.
En cambio, cuando buscamos los regalos para nuestros hijos, ponemos los ojos sobre el juguete más sofisticado, el que viene en caja más grande y el que cuesta más de $50.00, creyendo, que de lo contrario, el regalo será muy sencillo y nuestros hijos no estarán felices.
Debemos tener siempre presente que los niños por naturaleza son insaceables, esto es, nunca se cansarán de pedir y, nunca, por más regalos que se les de, quedarán satisfechos.
Además, cuando los niños reciben muchos regalos, les es difícil decidir con cuál jugar; e incluso, algunas veces sólo eligen uno y los demás los dejan de lado.
Por eso, nosotros como adultos, somos quienes debemos poner un límite racional a los regalos que compramos para nuestros niños. Para ello, es fundamental que tengan en cuenta un presupuesto acorde con su economía.
Finalmente, la cantidad de regalos no hace la felicidad...el amor,el cariño y el aprecio de los familiares, sí.
Enseñemos a nuestros hijos la verdadera importancia de la Navidad y terminemos con los gastos innecesarios que nos generan tantos dolores de cabeza y sobre todo, muchísimas deudas.
*Recuerda que son los medios de comunicación y la industria, quienes nos han generado la idea de que mientras más consumas y compres, más feliz serás y más feliz harás a tu familia. Eso no es verdad... Tú lo sabes.





Fuente: Educando a la familia

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Frases que no se debe decir a un hijo





Fuente: msn.com
Hay mensajes que transmitimos a los niños con nuestra mejor intención, pero que en lugar de animarles a mejorar, les hacen daño. Aquí tienes tres frases que debes intentar no decir, para evitar herir a tu hijo.'Cuando seas mayor lo entenderás', 'eres malo, ya no te quiero', ' yo a tu edad sabía hacerlo solo'... Son frases que decimos a nuestros hijos con la mejor de las intenciones, pero que les hacen sentirse fa
Es curioso comprobar que, pese a haber sufrido por estos mensajes cuando éramos niños, años más tarde salen de nuestra boca. ¿Dónde quedó el 'yo nunca cometeré los mismos errores que mis padres'
Lo que no debes decir y sus alternativas
Veamos por qué no son positivos y por cuáles debemos sustituirlos:
- 'Lo entenderás cuando seas mayor'. Este mensaje transmite a los niños la idea de que la gente mayor lo sabe todo y ellos, como son pequeños, son unos ignorantes. Y en realidad lo utilizamos cuando somos nosotros los que no sabemos cómo explicarles una cosa. Para salir del aprieto es mejor decir a nuestro hijo que desconocemos la respuesta, pero que podemos buscarla juntos, y si efectivamente la sabemos, pero se trata de un tema difícil, debemos proporcionarle una respuesta adecuada a su edad, que satisfaga su afán de conocimiento.
- 'Eres malo, ya no te quiero'. Si utilizamos esta frase cada vez que nuestro hijo hace una travesura, se angustiará mucho y su malestar le llevará a portarse aún peor. Los niños necesitan saber que el amor de sus progenitores es incondicional y no cambia en función de su comportamiento. Si sustituimos esta frase por 'no me gusta esto que haces', atacamos su actitud, no a él como persona, y en lugar de mermar su autoestima le animamos a superarse y a ser más obediente.
- 'Yo a tu edad ya me vestía y comía solo'. Con esta expresión subrayamos la incapacidad del niño para realizar una tarea, lo que aumenta su frustración y puede bloquearle en sus aprendizajes. Además, eliminamos la figura de referencia que somos para él y nos transformamos en su rival. Claro que podemos hablarle de nuestra infancia, pero describiéndonos como niños que tuvieron que enfrentarse a las mismas dificultades que tiene él ahora. De esa forma el peque entenderá que aunque ahora hay muchas cosas que le resultan complicadas, con el tiempo logrará hacerlas solo. Y así vivirá esperanzado e ilusionado.
Un poco de 'tacto'
Además de no decir estas frases a tu hijo, cuando te dirijas a él evita también emplear un tono fuerte (puede herirle más que las palabras), echarle la culpa de todo ('tardas tanto que no tengo tiempo de nada') y corregirle delante de los demás (se sentiría humillado). Háblale con mucho cariño y atiéndele con interés. Así estableceréis una comunicación sana que os facilitará mucho la convivencia.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Premio o castigo




Los padres podemos controlar las consecuencias de la conducta de
nuestros hijos, y por ello, podemos enseñar formas de comportamiento
positivas o negativas e influir en que se mantengan conductas
“inapropiadas” o que éstas tiendan a desaparecer. Esto hace referencia
a la frase del blog anterior “Quien sabe cómo y cuándo prestar atención
a su hijo, sabe educar”.

Muchas veces, sin darnos cuenta, los padres prestamos atención y
“premiamos” de algún modo las malas conductas y éstas se repiten para
nuestro asombro. Veamos un ejemplo: J
uan
sale con mamá al super. Ve un puesto de helados y pide uno. Mamá dice
que no, tiene prisa. Juan llora, se niega a andar. Mamá tira de él, le
dice que no, le da un azote. Juan llora más fuerte y mamá acaba
comprando el helado mientras le regaña enfadada. Tres días después,
Juan quiere chuches, mamá se las niega y se repite la misma escena,
pero la pataleta es mayor y dura más tiempo. Juan ha aprendido a
portarse mal porque ha obtenido una recompensa.

Entonces, ¿Son eficaces los premios.? ¿Cuándo y cómo emplearlos? Muchos
educadores y padres piensan que dar premios a un niño por hacer lo que
es su deber (hacer los deberes, lavarse los dientes, recoger juguetes o
su plato de la cena…), es una forma de malcriarlo, caer en el
chantaje… pero no es así. Los adultos también necesitamos premios en
el trabajo (felicitaciones del jefe por un proyecto, elogiar la
puntualidad…) por ejemplo y no la mera recompensa económica al final
de mes. Creo que es justo enseñar a un niño (o adolescente) que su esfuerzo es reconocido y recompensado.

Pero no es menos cierto que algunos niños chantajean a sus padres con
la amenaza de no hacer ciertas cosas si no obtienen algo a cambio.
¿Cuál es el punto medio, el equilibrio entre el premio y el castigo?

El “truco” reside en ajustar el premio al esfuerzo, no dar al niño lo que necesita y lo que no (zapatillas
de marca, parque de atracciones, películas o videojuegos…). El
sentido común reside en la justa medida. Recompensar el esfuerzo
(aunque sea un deber) y no únicamente, castigar cuando el niño no
cumple con sus responsabilidades o reaccionar de forma continua con
gritos o regañinas para conseguir una conducta. Es más, a veces
convertimos los castigos y los gritos en la única fuente de relación
con nuestros hijos, de manera que mantenemos con desesperación un mal
comportamiento, nos frustramos como padres, lastimamos la autoestima de
nuestros hijos y nos metemos en una espiral sin salida.


El castigo sirve y debe utilizarse para:
• Conductas negativas y poco frecuentes (pegar, agresiones verbales, hacer novillos…).
• Por incumplir una buena conducta ya lograda o establecida que ya no requiere esfuerzo mantener.
Además, tened en cuenta que es necesario:
• Premiar conductas que requieren esfuerzo. ¡Atención! Premio adaptado
al esfuerzo. Cuanto más pequeño es el niño, más inmediato debe ser el
premio.

• Al principio, los premios se deben conseguir con poco esfuerzo para
que el niño gane confianza y después, conseguir el mismo premio por
hacer algo más difícil.

• Cada conducta a lograr debe tener un premio independiente.
• En la medida de lo posible, usa un refuerzo social (besos, aplausos,
felicitaciones…) sobre el material. Nada es más gratificante para un
niño que la autosatisfacción personal y percibirse competente y
confiado en sí mismo.

• Suprime el premio material cuando una conducta ya esté lograda y quieras instaurar una nueva.

Recuerda que los límites educativos han de ser firmes, estables en
el tiempo (lo que vale hoy, vale mañana) e independientes de contexto
(cumplo esta norma en casa, en el cole y en el parque). Y cree siempre
que SABES Y PUEDES EDUCAR BIEN Y QUE TUS HIJOS PUEDEN LOGRAR LO QUE TE PROPONGAS.

Mónica Escalona



Fuente: hola.com

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